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El gobierno japonés ejecutó este jueves a Takahiro Shiraishi, sentenciado a muerte por el asesinato y desmembramiento de nueve personas en 2017, un caso que conmocionó al país por la forma en que el acusado contactó a sus víctimas a través de redes sociales, ganándose el apodo de “el asesino de Twitter”.
Shiraishi, de 33 años, fue ahorcado tras recibir la orden del ministro de Justicia, Keisuke Suzuki, quien señaló que la decisión se tomó tras una “cuidadosa consideración”, subrayando que los crímenes del condenado respondieron a un motivo profundamente egoísta y causaron un fuerte impacto social.
Los asesinatos ocurrieron en su departamento ubicado en la ciudad de Zama, prefectura de Kanagawa, al suroeste de Tokio, donde atrajo a sus víctimas —ocho mujeres y un hombre— fingiendo empatía hacia personas con tendencias suicidas.
Esta ejecución marca la primera que se realiza bajo la administración del primer ministro Shigeru Ishiba, quien asumió el cargo en octubre del año pasado. Asimismo, se trata de la primera pena capital aplicada en Japón desde julio de 2022.
La pena de muerte sigue vigente en Japón y cuenta con amplio respaldo social, aunque ha generado críticas por parte de organizaciones internacionales de derechos humanos. El caso de Shiraishi fue ampliamente debatido en la opinión pública japonesa por el uso de plataformas digitales en la captación de víctimas y el perfil psicológico del condenado.
