Excelsior
Un estudiante resolviendo la prueba en ropa interior. Otro con audífonos ocultos. Uno más, literalmente desnudo frente a la cámara. Todo eso y más vieron los supervisores que, desde un “búnker”, vigilaron en tiempo real el examen de ingreso al bachillerato que, por primera vez, aplicaron en línea la UNAM y el IPN.
Aunque el examen se realizó de forma remota, nunca antes tantos ojos habían estado puestos sobre cada aspirante. Desde un centro de control, funcionarios de la UNAM y del IPN supervisaron un sofisticado sistema de vigilancia digital: preciso, discreto y con capacidad para emitir alertas automáticas.
Ahí, cada supervisor se hizo responsable de un grupo de 120 estudiantes. A través de sus monitores siguieron cada mirada, cada movimiento de manos, cada gesto. Los observaron sin ser vistos. Ante la más mínima irregularidad, el sistema lanzó una alerta: un movimiento inusual, un cambio de pestaña, un intento de copiar. En segundos, la imagen quedó registrada y archivada. El rostro, el objeto prohibido, todo está documentado.
Las alertas llegaron en tiempo real al equipo interdisciplinario que decidió qué hacer con cada caso. ¿Fue una falla eléctrica?, ¿un corte de internet?, ¿una trampa deliberada? Todo se evalúo. De ser necesario, hubo cruce de datos con proveedores de internet o con la Comisión Federal de Electricidad para verificar reportes oficiales. Cada alerta implica una investigación.
Para muchos aspirantes, la experiencia ha sido estresante. Desde días antes, en redes sociales y foros estudiantiles circulaban advertencias como no moverse demasiado, no voltear la mirada, no tener objetos a la vista para evitar que un mínimo detalle pudiera ser interpretado como trampa.
A eso se sumaron temores más prácticos como un corte de luz, una falla en el módem, una cámara que no enciende, cualquier contratiempo que podría costarles el pase.
Hubo quienes ni siquiera lograron iniciar la prueba, como el caso de un aspirante al Instituto Politécnico Nacional documentado por
Excélsior que no pudo presentar el examen el fin de semana pasado, debido a bloqueos tras varios intentos fallidos en la plataforma, pero que luego de comunicarse con el sistema de atención logró que le reprogramaran el examen para el pasado sábado, día en que finalmente pudo realizarlo sin contratiempos.
No fue el único caso; situaciones similares obligaron a las autoridades a considerar excepciones, incluso con todo el sistema de vigilancia desplegado.
Si bien la apuesta tecnológica ha permitido una supervisión inédita y precisa, padres de familia consultados por este diario aseguran que también ha dejado al descubierto las desigualdades, pues no todos los hogares cuentan con condiciones ideales ni con el mismo acceso a tecnología confiable.
El fin de semana pasado el búnker se instaló en instalaciones del IPN y, en esta segunda ronda de aplicación, cambió de sede a la UNAM.
Mientras tanto, un examen presencial se preparó para un grupo de cien aspirantes con discapacidad. Se realizó ayer domingo en instalaciones equipadas para garantizar condiciones dignas y justas. La tecnología, en ese caso, cedió espacio a la atención humana.
Para la UNAM, este fue el primer año aplicando la modalidad en línea para el examen a nivel medio superior; para el Politécnico, ya van cuatro ciclos en nivel superior.
Pero esta fue la primera ocasión en que ambas instituciones coordinaron un proceso conjunto de esta magnitud.
Durante dos fines de semana, viernes 14, sábado 15 y domingo 16 de junio; y viernes 20, sábado 21 y domingo 22 de junio, miles de aspirantes participaron en esta inédita jornada de aplicación remota.
El objetivo: obtener un lugar en alguno de los planteles de la Escuela Nacional Preparatoria o del Colegio de Ciencias y Humanidades, en el caso de la UNAM, o ingresar al nivel medio superior del IPN en alguno de sus Centros de Estudios Científicos y Tecnológicos (CECyT).