El 17 de marzo el mundo se pinta de verde para celebrar el Día de San Patricio, una festividad de origen irlandés que conmemora la muerte del santo patrón de la isla esmeralda. Si bien la popularidad de esta celebración y la rápida extensión de las costumbres de participar en desfiles o ir a pubs han hecho que el Día de San Patricio haya sobrepasado sus fronteras originales (de hecho, la fiesta más grande tiene lugar en Nueva York), hay que volver la vista hasta la verde Irlanda para comprender sus orígenes.
Quien pasaría a la historia como San Patricio nació con el nombre de Maewyn Succat entre los años 387 y 389 en algún lugar próximo a la costa oeste de Escocia o de lo que actualmente es el norte de Inglaterra. La situación de su padre como oficial de las legiones romanas reconvertido a diácono hacía de él un hombre adinerado, culto y letrado. Cuando tenía 16 años, una expedición de saqueadores irlandeses que llevaba a cabo una expedición de pillaje en la costa escocesa le hizo prisionero y le vendió como esclavo, teniendo que pasar seis años como pastor en Irlanda en los que despertó su fe y devoción. Guiado por la supuesta voz que escuchó en un sueño, Maewyn consiguió escapar y volver a casa, marcharse al continente y formarse en Francia para ser sacerdote.
Patricio pasó tres décadas en Irlanda bautizando y confesando, ganando cada vez más adeptos y creando la primera comunidad cristiana en Irlanda. Una de las leyendas más difundidas que se cuentan de su persona es que explicaba el misterio de la Santísima Trinidad con los shamrocks, tréboles de tres hojas que ya eran empleados como símbolos mágicos por los celtas.
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