Titanic: quién fue el mexicano que murió a bordo del trasatlántico más grande de inicios del siglo XX

Cultura

Tomado de: Infobae

Sin duda alguna, una de las tragedias más grandes que ocurrieron durante el siglo XX, fue el hundimiento del transatlántico británico Titánic, que era la embarcación más grande de todo el mundo en los primeros años del siglo pasado.
El barco se hundió cuando viajaba desde Europa hacia Estados Unidos, en medio del Atlántico norte. Cabe señalar que ese era su viaje inaugural y logró hundirse en apenas tres horas, la madrugada del 15 de abril de 1912.
El pasado lunes 19 de junio se dio a conocer que la Guardia Costera de Estados Unidos (EEUU) lanzó una búsqueda para encontrar un submarino con cinco personas a bordo, que desapareció durante una expedición a los restos del gran barco Titanic.
La agencia recibió la primera llamada telefónica sobre el sumergible desaparecido el domingo pasado. Además, se dio a conocer que uno de los pasajeros a bordo del submarino desaparecido es el empresario Hamish Harding, según publicó en redes sociales su compañía Action Aviation. “El submarino tuvo una salida exitosa y Hamish actualmente está buceando”, señaló la compañía en una publicación de Instagram.
El mismo empresario había publicado en su cuenta de Facebook sobre su participación en la expedición del Titanic el sábado. Harding dijo que “me enorgullece anunciar finalmente que me uní a OceanGate Expeditions para su misión RMS TITANIC como especialista de misión en el submarino que va al Titanic”.
Harding, de nacionalidad británica, fue una de las primeras personas en viajar al Challenger Deep en el Oceano Pacífico, el punto más profundo conocido en la Tierra.
El Titanic, a pesar del poco tiempo que estuvo en marcha, guardó muchas historias dignas de contarse. Una de ellas es sobre un personaje mexicano que viajó en él y que desafortuadamente murió y su cuerpo nunca fue localizado, al igual que el de miles de pasajeros que murieron en el naufragio.
Se trata de Manuel Uruchurtu Ramírez, un diputado mexicano originario del estado norteño de Sonora, y quien era el único mexicano a bordo.
Antes de abordar el Titanic, Manuel Uruchurtu envió un telegrama a México, en el que decía “Embárcome”. La siguiente noticia que su familia recibió fue que el barco en el que viajaba, el más grande y lujoso de esos tiempos, considerado por varias personas como “insumergible”, había naufragado.
Alrededor del personaje, se ha creado una historia que hasta la fecha, a más de 110 años de su hundimiento, causa polémica. Y es que hay una leyenda que señala que al momento del naufragio, el mexicano cedió su lugar en un bote salvavidas a una mujer de origen inglés, de nombre Elizabeth Ramell Nye. Los descendientes de Uruchurtu sostienen que la historia es verdadera, sin embargo, no hay ningún documento que sustente la acción.
Por este gesto, el único pasajero mexicano en el Titanic es considerado como un héroe en su natal Sonora, e incluso dio pie a una novela titulada El caballero del Titanic, escrita por la mexicana Guadalupe Loaeza.
En una entrevista realizada por la BBC a la autora del libro, esta declaró que cuando se puso a investigar, no encontró pruebas que sustentaran que el hecho había ocurrido, como documentos o algo similar.
En cambio, el bisnieto del personaje, Antonio Uruchurtu, declaró al mismo medio que el hecho sí había ocurrido, y que aunque no había una foto o algo parecido que pudiera comprobarlo, si había testimonios de que había cedido su lugar a la mujer para que se pudiera salvar.
Uruchurtu tenía 42 años de edad al momento de su muerte, y se dedicaba a la política. Fue diputado en cuatro ocasiones y funcionario durante el gobierno del expresidente Porfirio Díaz Mori. Había viajado a Europa para visitar a sus compañeros y conocer las Cortes Españolas. El viaje fue modesto, con pocos recursos, e incluso, su regreso sería en un barco normal, sin embargo, antes de zarpar, un amigo cercano le cambió su pasaje en barco normal por un boleto de primera clase en el Titanic.
Uruchurtu embarcó en en el puerto de Cherburgo, Francia, y según contó a su esposa Gertrudis Caraza en una carta, ya quería volver a Sonora. Dos semanas después, Caraza recibió un telegrama de la Compañía Telegráfica Mexicana donde informaba que el cuerpo de su esposo no había sido localizado.

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