Detrás de esta historia de éxito, se esconde una red de logística, calidad y audacia que hoy le permite a México exportar más de 200 millones de dólares en garbanzo seco, con Europa como uno de sus destinos más lucrativos.
El garbanzo mexicano, ese pequeño y humilde grano cultivado en las fértiles tierras de Sinaloa, se ha convertido en una pieza clave del ajedrez comercial global. Mientras la mayoría de la atención se centra en el petróleo, la industria automotriz y el aguacate, este grano está silenciosamente forjando su propio imperio en mercados que hasta hace poco parecían inalcanzables. Detrás de esta historia de éxito, se esconde una red de logística, calidad y audacia que hoy le permite a México exportar más de 200 millones de dólares en garbanzo seco, con Europa como uno de sus destinos más lucrativos. Y a pesar de los desafíos, la ambición por crecer aún más plantea interrogantes sobre el equilibrio entre la exportación y el mercado interno.
La apuesta de oro en el viejo continente
La relación de México con Europa se ha fortalecido en los últimos años, con el garbanzo como uno de sus protagonistas inesperados. En 2024, el valor total de las exportaciones mexicanas de garbanzo alcanzó los 213 millones de dólares. De esta cifra, 22.3 millones de dólares se dirigieron únicamente a España, posicionando a la nación ibérica como el principal socio comercial europeo de México en este rubro. La calidad del garbanzo sinaloense, conocido por su variedad Kabuli de gran tamaño, es la clave que lo diferencia y le permite obtener precios más altos por tonelada en mercados como el español e italiano. Es una estrategia de valor, no de volumen, que ha resultado ser un éxito.
De la tierra a las estibas: el viaje del garbanzo
El proceso de exportación del garbanzo es una maquinaria de precisión. Todo comienza en los campos de Sinaloa, el principal estado productor. En 2024, las exportaciones de este estado generaron 101 millones de dólares, consolidándolo como el líder nacional en el sector. Una vez cosechado, el garbanzo es seleccionado y empacado, listo para su largo viaje.
El puerto de Mazatlán ha emergido como un actor crucial en esta cadena logística. Conscientes de la creciente demanda internacional, los productores y exportadores están buscando agilizar los procesos a través de este puerto, reduciendo así los tiempos y costos de envío. Las alianzas estratégicas entre las empresas mexicanas y sus contrapartes europeas garantizan que el garbanzo llegue a su destino en las mejores condiciones. La eficiencia en el transporte es tan importante como la calidad del producto en el campo.
El futuro: ¿un desafío o una oportunidad?
De cara a 2025, las expectativas son enormes. Se prevé que el 90% de la producción de garbanzo sea destinada a la exportación, un movimiento que si bien es una excelente noticia para la economía, también plantea un debate sobre las prioridades del país.
¿Es sostenible dedicar casi la totalidad de la producción de un alimento básico a los mercados internacionales?
Mientras los productores de Sinaloa se preparan para enviar sus cosechas a Europa, países como Turquía, el mayor comprador mundial de garbanzo mexicano con 88 millones de dólares en 2024, se mantienen como mercados prioritarios. La historia del garbanzo mexicano es una de éxito y de crecimiento, pero también una que invita a la reflexión.
En un mundo donde la seguridad alimentaria es un tema central, el balance entre satisfacer la demanda extranjera y garantizar la disponibilidad de productos de calidad en el mercado nacional es una conversación que México deberá tener.
Por ahora, el garbanzo sigue su camino, un pequeño embajador que con cada tonelada exportada refuerza la posición de México en el mapa del comercio global.