Hermosillo, Sonora.– En 1912 el científico Albert Einstein tenía un problema, no lograba encajar la gravedad en su teoría de la relatividad, para este entonces él sabia que su teoría de la relatividad no era compatible con la de la gravitación por lo que en ese momento se le ocurrió una brillante idea, la gravedad no existe o más bien que esta no es una fuerza que nos jala a la tierra.
Para entender esto puedes subirte a un elevador con una bascula, te subes sobre de esta y pulsas el botón de subir, durante los segundos que aceleres hacia arriba, observaras como tu peso aumenta, por lo que podemos decir que la aceleración pesa, lo que equivale a que el peso es una aceleración. Fue esto el punto de partida de la relatividad general que llevó a Einstein a entender la gravedad no como una fuerza más bien como el movimiento natural de un cuerpo en un espacio tiempo curvo.
El espacio tiempo se hunden ate la presencia de una masa, los cuerpos en ese espacio tiempo curvado caen naturalmente a la hendidura, no por que algo este tirando de ellos si no por que es el movimiento natural en un espacio tiempo curvado, es así como podemos definir la gravedad; es por esto que un cuerpo en caída libre no experimente ninguna fuerza.
Para explicarlo de una forma un poco más sencilla, la tierra siempre esta girando a una cierta velocidad constante, obviamente esta no la sentimos de forma física, más podríamos decir que es un movimiento acelerado, de forma curva, eso genera que los cuerpos se mantengas, por así decirlo pegados al planeta, si este se detuviera probablemente saldríamos flotando por la falta del movimiento.
Cuando Newton “descubrió” la gravedad hasta él mismo desconocía como funcionaba, pues se apresuró a revelar está idea. “Todavía no he sido capaz de descubrir lo que causa estas propiedades de la gravedad a partir de los fenómenos y no tengo hipótesis alguna […]. Que un cuerpo pueda actuar sobre otro a distancia a través de un espacio vacío sin la mediación de nada más, por y mediante el cual su acción y fuerza pudieran ser transmitidas de uno a otro, es para mí de un absurdo tal, que creo que ningún hombre tiene en cuestiones filosóficas facultad plena para pensar en ello”, escribió en 1687.