¿Por qué hay enfermedades a las que no se les ha encontrado una vacuna?

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El desarrollo de una vacuna no es sencillo y requiere de varias etapas y factores que hagan necesaria y eficiente la investigación y producción.

El VIH, Ébola, Sincicial tienen alta mortalidad y cada año enferman a miles de personas. Sin embargo, pese a los efectos negativos que tienen y el daño que causan aún no tienen una vacuna que pueda prevenir el contagio.

Hace dos años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya había definido una lista de enfermedades emergentes que debían ser prioridad de investigación ya sea para encontrar una vacuna o un tratamiento.

Entre ellas estaba la enfermedad producida por el virus Ébola y virus de Marburgo, los coronavirus que producen el síndrome respiratorio del Medio Oriente (Mers-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SARS). Entonces también mencionaron a “la Enfermedad X”, cualquier patógeno desconocido hasta entonces pero que podría causar una epidemia y que en la actual situación, podrías ser el nuevo coronavirus Sars-CoV-2.

Para ellos y para varios otros virus más antiguos y conocidos, aún no hay vacuna.

¿La razón? No hay solo una: la biología del virus, el tipo de inmunidad que puede generar y el costo efectividad de una vacuna son parte del análisis que se debe realizar.

Ricardo Soto-Rifo, virólogo y académico del Instituto de Ciencias Biomédicas de la U. de Chile, explica que cualquier idea o propuesta de desarrollo de vacuna es muy riesgosa y puede o no funcionar.

“Una de los factores que influencia el éxito de una vacuna es el tipo de virus. En el caso de la hepatitis B, por ejemplo, que sí tiene una vacuna, es porque el virus es estable, no cambia mucho, por lo que una vacuna funciona muy bien. Ocurre lo mismo en el caso de la fiebre amarilla. El tipo de respuesta inmune que se genera es óptimo”, dice.

Cristián Hernández, director de Negocios de la Fundación Ciencia & Vida, explica que en el caso del coronavirus, no se desarrollo vacuna antes contra esta familia porque la mayoría de estos virus producen una enfermedad que no es grave y que en general, se lleva bien. Cuando aparecieron el Sars 1 y el Mers la situación cambió pero como no tenían tanta capacidad de contagio, los brotes se pudieron contener y la vacuna no se siguió desarrollando. Hoy la aparición de este nuevo virus, hace que sea eficiente desarrollar una nueva vacuna, porque existe un riesgo beneficio que empuja a la investigación.

El caso del virus respiratorio Sincicial (VRS) supone complicaciones adicionales. El grupo objetivo de esta vacuna son los niños pequeños, recién nacidos, por lo que el desarrollo de una herramienta preventiva supone mayores desafíos, sobre todo de seguridad.

“En general, las vacunas requieren un proceso largo. Primero se debe evaluar la seguridad de la vacuna en un grupo reducido de personas, adultas y sanas. Se requieren muchos recursos y en algún momento aplicar en niños. Se puede estudiar de manera indicar, pero es muy difícil encontrar a adultos que no se hayan expuesto al virus”, advierte Soto-Rifo.

Hernández cree que para esta vacuna, hay complejidades logísticas y mecánicas.

“Regulatoriamente, es muy difícil. Se cae un poco la ecuación de la fórmula de desarrollo biomédico, porque hay que conseguir padres que permitan hacer pruebas en niños sanos para evitar que se enfermen. La seguridad del desarrollo biomédico es altísima”, explica.

Los más antiguos

El virus del VIH es según Soto-Rifo el único virus que continúa siendo una pandemia y a la fecha, aún no cuenta con una vacuna que pueda prevenir su contagio pese a que también ha sido uno de los virus en los que más se ha invertido. Sí tiene tratamiento (antiretrovirales) y en el último tiempo, estos mismos medicamentos se utilizan como prevención (Profilaxis preexposición o PrEP) en personas que no tienen el virus pero que tienen un alto grado de exposición a él.

“Este virus tiene hoy muchas variantes circulando por lo que no se podría desarrollar una sola vacuna sino varias. Parecido a lo que ocurre hoy con la influenza. Con el nuevo coronavirus, no sabemos si el contagio qenera un buena inmunidad”, indica Soto-Rifo.

Fue en 1976 cuando se supo por primera vez del virus Ébola. Se cree que el virus, que causa fiebre hemorrágica es transmitido por murciélagos de la fruta. La forma de contagio es el contacto muy estrecho con una persona enferma (contacto directo con órganos, sangre, secreciones o líquidos corporales de un animal portador o personas infectada).

En el brote ocurrido en África entre 2014 y 2016 dejó casi 30 mil personas en enfermas y más de 11 mil fallecidos. Su letalidad es del orden del 50%. A la fecha, no hay vacuna ni ningún tratamiento aprobado que neutralice el virus de forma demostrada, pero están en fase de desarrollo diversas formas de hemoterapia, inmunoterapia y farmacoterapia.

“Este virus es más acotado geográficamente y tiene algunos componentes importantes, como una alta tasa de letalidad. Esto mismo no alcanza a que sus brotes sean mundiales, porque las personas contagiadas en un gran porcentaje mueren y el que sea tan letal, termina ayudando a la contención del virus”, refiere el académico del ICBM.

Soto-Rifo también hace hincapié en los grupos antivacunas para el éxito de una herramienta preventiva.

“Si hay muchas personas que no se vacunan, se pierde la inmunidad de rebaño.

Los antivacunas son un riesgo. Si se llega a contar con una vacuna contra el coronavirus que genere inmunidad protectoras, se requiere que los anticuerpos que se consigan sean neutralizantes del virus pero también de la responsabilidad de las personas. La viruela se logró erradicar, la polio estaba en vías ‘de’, pero el sarampión también se estaba intentando erradicar pero muchas personas dejaron de vacunarse y comenzaron a surgir nuevos casos”.

 

 

 

Con información de latercera.com